domingo, 9 de septiembre de 2012

Susto Azul


Paseando, Joel siente una punzada aguda en el pecho. Se marea. Se desploma. Una sensación caliente y placentera envuelve su cuerpo, sumergido en un mar cálido y sedoso. La impresión de ingravidez cede inmediatamente al terror. Algo, se agarra a él. Tira con fuerza hacia abajo. A lo profundo. Donde todo es frio. Es fuerte. Es feroz. Implacable.  Joel se agita desesperado. No puede ver. Apenas sospecha un leve resplandor azul, difuso, casi imperceptible. La sombra de una sombra se desliza frenética entre la negrura. No puede, no quiere ver. Tampoco distingue sonido alguno. Sólo su propia voz ahogándose en un gemido desgarrado y suplicante. Un grito que no proviene de su garganta, que resuena dentro de una cueva angosta y cerrada. Intenta zafarse.  Callarse. No puede. Su boca ya está cerrada. Sellada.

Por momentos el fulgor azul parece acentuarse. Joel no puede verlo, no tiene ojos, arrancados por el miedo. Pero ¡sí!, es un punto de luz blanca. Oh, Dios mío, entonces está… La luz no le espera, se acerca, se abre hasta abarcarlo todo en un destello insoportable. –Dilatación pupilar normal. Parece que su novio va a contarla esta vez, pero la próxima ¡qué mastique bien el perrito! – .