viernes, 26 de octubre de 2012

Un timo de libro

De la rutina insípida de su oficina saltó inexplicable e instantáneamente al mismísimo océano en un yate de lujo de su propiedad –por supuesto- y no, no era un maldito sueño. ¡Había pasado! ¡Aquel libro realmente funcionaba! Sólo tenía que creer en algo con todas sus fuerzas y zas… toma bote, toma daikiri de plátano, toma morenaza… pero espera… -plaf- una bofetada de daikiri en la cara, …si no hay capitán -splash- una ola de cuatro metros que le tira de cubierta. Y ahí está Ramiro, hombre al agua en plena tormenta, debatiéndose: sé nadar, sé pilotar… ¡Ramiro! ¿libros de autoayuda? Mejor véndele tu alma al Diablo.

lunes, 22 de octubre de 2012

Juez Juicioso


Aquel hombre de identidad desconocida acariciaba ausente el cuello de su cerveza en un chiringuito de mala muerte perdido en la costa gaditana mientras a su lado un grupo discutía acaloradamente acerca del pésimo arbitraje en el último derbi liguero.

‒ A ese señor deberían retirarle su cédula profesional ipso facto –espetó aquel hombre-.
‒ Perdone, ¿qué ha dicho?
‒ Digo que habría que apartarle de su carrera profesional sine die
‒ Pero, qué demonios ¿es usted abogado o qué?
‒ Juez, soy juez provincial.
‒ Ya, amigos los justos, claro.
‒ Bueno, algún que otro condenado también.

Condóneme esa fianza


Estaba resultando un día de playa estupendo, lejos del despacho, los legajos y litigios interminables. Ramiro esturreaba bronceador sobre la sólida espalda de Rebeca, mientras esta le hacía un somero resumen de las cualidades organolépticas del mejillón de roca, según rezaba el semanal que hojeaba distraída.

No había sido mala la idea de su socio Gaspar de pasar el día en familia, no. Umm, parece incluso que los niños se llevan bien, apenas sí molestan. Míralos, ahí, jugando a polis y ladrones… ¿y abogados?

-Señoría, solicito una fianza de quinientos euros para el reo –vociferó su hija Elena señalando a Gaspar junior-.

-Protesto –argumentó su hijo mayor Abel-. Mi defendido es inocente por lo que solicito su puesta en libertad y la subrogación total de dicha fianza.

¡Qué ejemplo estaban dando a sus hijos! -se lamentó Ramiro-. ¿Estáis tontos? ¡Qué subrogación ni que leches! CON-DO-NA-CION.

Futuro imperfecto


La risa un poco ronca y una barba que siempre pincha, así recuerdo a mi padre. Muchas veces, cuando todavía le miraba desde abajo solía imaginar de forma casi obsesiva que esa leve ronquera se convertía en un cáncer que habría de llevárselo de nuestro lado. Entonces era cuando mis ojos se perdían en la nube de humo de pipa y allí veía a madre arrodillada con el corazón aún tibio, arrancado a gritos de su pecho sobre la tumba de su esposo.

Siempre tuve el don de anticipar mis frustraciones, hasta tal punto que aunque nada sucede tal como he pergeñado, soy, seré siempre esclavo de un futuro imperfecto.

¡Lávate las manos!

- Por lo que más quieras lávate bien esas manos antes de acostarte, no quiero que cuando me toques mi piel se impregne de su olor nauseabundo. Sé que la has tocado… Oh, sólo de pensarlo tengo ganas de vomitar.

- No lo puedo creer… ¡estás hablando de mi madre!

- No es ella, es su maldita costumbre de bañarse en agua bendita cada vez que va a la iglesia, y ese olor a cerumen consagrado. NO lo soporto.

- Ya me dijo tu ex que eras el demonio.

- Tú sigue así y acabarás en ese infierno de sofá.

lunes, 8 de octubre de 2012

Es "lo normal"

‒Agente Renfield, ministerio de Normalización.
‒¿Sí?
‒Verá, ¿señor..?
‒Stokin.
‒¡Un apellido poco común!
‒Eh, normal…
‒¡Ya veremos! En fin, debo hacerle unas preguntas.
‒Claro…
‒¿Hay alguien en casa que no sea del todo ‘normal’?
‒Creía que habían… habíamos acabado con las etnias diferentes.
‒Etnias, credos… ¡son la punta del iceberg! Pero limítese a contestar…
‒Somos mi mujer y yo.
‒¿Es normal?
‒Síí, ¿pelirroja?
‒Habrá que exterminarla.
‒¿Y tiñéndose?
‒¡Eso es anti natura! …¿usted mide?
‒Seis con ocho pies, lo normal.
‒Seis es el estándar. Cortaremos por el tobillo…
‒Entonces sería un tullido.
‒¡No anticipe! Llegado el momento trataremos ese asunto.

Bendita Madurez

En el hospital de campaña me aficioné al laúdano, las botellas cayeron una tras otra como fruta madura. Tal como vi caer uno tras otro a mis compañeros en la campaña del Somme. Recuerdo como las granadas, sazonadas, restallaban en miríada, llevándose tras aquellas columnas infernales de tierra, sangre y humo miles de almas en aquel fatídico primero de julio que jamás olvidaré. Como en la fruta madura vi gusanos alimentarse de la carne podrida de los heridos y los muertos. Pero son los rostros deformados por la muerte, la locura y la barbarie los que me atormentan cada noche… Y son sus gritos los que acalla el opio, la pierna hace tiempo es un mero fantasma…

–¡A ver, abuelo! ¡No cuadran las fechas! La batalla del Somme fue en la primera gran guerra… y tu naciste el treinta y tres… Ah, …no fastidies. ¿Has vuelto a engancharte a la consola? Y ese laúdano del que hablas… ¡Mierda, el ron añejo de papa! ¡Te lo has trincado todo!

 –Chico, esos juegos son tan realistas… y claro mi cabeza ya no está a lo que celebra.

 –Al menos la pierna está en su sitio.

 –¡Ay, qué alegría, pues me veía cojo!