Estaba resultando un día de playa estupendo, lejos del
despacho, los legajos y litigios interminables. Ramiro esturreaba bronceador
sobre la sólida espalda de Rebeca, mientras esta le hacía un somero resumen de
las cualidades organolépticas del mejillón de roca, según rezaba el semanal que
hojeaba distraída.
No había sido mala la idea de su socio Gaspar de pasar el
día en familia, no. Umm, parece incluso que los niños se llevan bien, apenas sí
molestan. Míralos, ahí, jugando a polis y ladrones… ¿y abogados?
-Señoría, solicito una fianza de quinientos euros para el
reo –vociferó su hija Elena señalando a Gaspar junior-.
-Protesto –argumentó su hijo mayor Abel-. Mi defendido es
inocente por lo que solicito su puesta en libertad y la subrogación total de
dicha fianza.
¡Qué ejemplo estaban dando a sus
hijos! -se lamentó Ramiro-. ¿Estáis tontos? ¡Qué subrogación ni que leches! CON-DO-NA-CION.
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